

Allí, hemos tenido la oportunidad de conocer el Candomblé, religión que viene de una herencia cultural africana dedicada al culto de unas divinidades llamadas Orixás. Se ha mantenido después de tanto tiempo de esclavitud porqué ha habido un sincretismo religioso entre el catolicismo y el Candomblé, por eso a cada Santo le corresponde uno Orixá. Así han podido mantener estos rituales escondidos bajo una capa de cristianismo. El Pelourinho, es un barrio de Bahía donde azotaban a los esclavos. Actualmente, tiene mucha vitalidad. Es escenario de muchos conciertos de música africana como Olodum. Por las calles también hay grupos de Capoeira, una lucha camuflada en forma de danza de origen africano que practicaban los esclavos para defenderse y que actualmente se enseña en algunas escuelas de Brasil. En el museo etnológico nos han explicado que en principio la abolición de la esclavitud fue el año 1815 pero que prácticamente no acabó del todo, hasta al cabo de cien años. En el barrio de la Ribera, en Bahía, hay los Palafitos que son casas hechas con maderas viejas sobre el agua. Me ha impresionado mucho ver las malas condiciones en que viven. Muchas maderas están rotas y tienes que vigilar para no caer en el agua fétida.
En el asentamiento del MST hemos conocido a los aldeanos que luchan por la tierra y defienden la reforma agraria sin vinculaciones políticas ni religiosas. Ellos controlan los fazendeiros que no pagan impuestos y cuando la deuda equivale al valor del terreno, el gobierno se lo queda y lo deja al MST a cambio de que trabajen la tierra. Tocan ocho hectáreas por familia, donde han construido una casa con patio, han plantado árboles frutales y otra parte del terreno es para cultivar. Entre ellos se ayudan y se reparten los frutos de los terrenos comunitarios mediante asambleas periódicas. Su acogida ha sido sencilla pero muy cálida. Estamos dos días en las cascadas de Chapada Diamantina, dónde hacemos excursiones y nos refrescamos y bañamos en los estanques y bajo las cascadas. También hemos subido a la montaña del Pai Ignacio y hemos visitado grutas.
Tras unas jornadas tan intensas d’experiencias y vivencias, necesitamos descansar y asimilar todo lo vivido. Hemos tenido tres días libres y hemos decidido ir a la isla do Morro do Sao Paulo, que está a dos horas en catamarán desde Bahía. En esta isla se respira mucha calma, no hay coches y es habitual ver a la gente pasear por las playas. El paisaje es cambiante debido a la marea. No tiene nada que ver la mañana, cuando hay grandes playas, con el anochecer, cuando el agua llega hasta las casas y se traga la arena. Hemos disfrutado en la plenitud del mar, del sol y de la naturaleza. Hemos hecho la despedida de Bahía con una cena, parlamentos, bailes… ¡Una gran fiesta! De las familias acogedoras querría decir que nos hemos sentido como en casa.
Salvador de Bahía, un lugar fascinante, con un ambiente muy festivo y donde la música está siempre presente. Siempre están preparados para improvisar buena música con cualquier instrumento. Me gustaría decir lo mucho que he disfrutado caminando por sus calles y conociendo a su gente. Brasil me ha seducido, me quedará siempre la añoranza y un gran deseo de volver.